En la última década, la población femenina ha pasado a estar activa cinco años más.
El mercado laboral español ha cambiado profundamente en los últimos años, marcados por la crisis económica que arrancó en el 2008 y cuyos efectos siguen presentes, especialmente en la elevada tasa de paro, muy acusada entre la población juvenil. Pero también lo está haciendo por la creciente presencia de la mujer, que viene de mucho antes. Según los últimos datos de la oficina estadística comunitaria Eurostat, publicados ayer, el número de años que se espera que una persona de 15 años esté activa en España, ya sea ocupada o en paro, a lo largo de su vida, ha pasado de 32,8 a 34,9; es decir, 2,1 años más. Este incremento, superior en dos décimas a la media europea, que se sitúa en 1,9 años, se debe a que las mujeres han alargado su vida laboral 5,1 años. Por el contrario, los hombres la han disminuido en 0,7 años.
Lo ocurrido en España, con un comportamiento tan dispar entre los hombres y las mujeres, es diferente a lo que ha pasado en el conjunto de países incluidos en el informe de Eurostat (los 28 de la UE más Islandia, Noruega y Suiza), donde el incremento de la vida laboral, hasta alcanzar 35,4 años, se debe al alza de las mujeres (2,6 años, situándose en 32,8), pero también al de los hombres (1,2 años, quedando en 37,9).
Que la vida laboral de las mujeres crezca de manera tan destacada en España se debe, principalmente, “a un efecto de normalización, de europeización, del mercado, con más presencia femenina”, explica Anna Laborda, profesora de Economía de Esade. En la misma línea, Josep Oliver Alonso, catedrático de Economía Aplicada de la Universitat Autònoma de Barcelona, recuerda que en España se ha producido una “revolución femenina” con una “incorporación masiva de mujeres al trabajo”. Hasta no hace mucho, añade, estas “alcanzaban su máximo de ocupación cuando tenían 27 o 28 años, y luego bajaba en picado; ahora esto se produce a los 32 o 33 y, después, la caída se produce más lentamente”. Este fenómeno, apunta, “al que ha contribuido especialmente el sector público, ha supuesto una ampliación del tiempo en que las mujeres están activas”. Sólo Malta supera a España en alargamiento de la vida laboral femenina. En el 2005, las españolas estaban activas un promedio de 27,4 años. En el 2015, este tiempo creció hasta 32,5 años. Pese a esta fuerte subida, la posición de España en el ranking europeo es discreta. Hay 18 países, de los 31 analizados por Eurostat, en los que la vida laboral de las mujeres es mayor. Islandia está a la cabeza, con 44,7 años, seguida de Suecia y Suiza, ambos con 40,1 años.
Entre los países más grandes, Alemania con un promedio de 35,8 años, Francia, de 33, y el Reino Unido, de 35,9, están por encima de España en el tiempo en que las mujeres están en activo. Italia se sitúa muy por detrás. En este último país, las mujeres tienen una vida laboral de 25,7 años. La media comunitaria se sitúa en 32,8 años, tres décimas por encima de la española. En los diez años analizados por la oficina comunitaria de estadística, los hombres españoles han pasado de permanecer activos durante 37,9 años a 37,2. Este descenso de 0,7 años, coloca a España en el grupo de países que han visto cómo disminuía la vida laboral de su población masculina, en el que también están Chipre, que la ha recortado en 1,9 años, Grecia (1,4), Irlanda (1) y Portugal (0,6). En el otro extremo, el tiempo que los hombres permanecen en activo ha crecido 4,2 años en Hungría –donde más–, 3,4 en Estonia y 2,6 en Rumanía. El país en el que los hombres tienen una vida laboral más prolongada es, de nuevo, Islandia, con 48,6 años. Le siguen Suiza (44,7), Suecia (42,2) y Holanda (42,5). En Alemania el promedio es de 40,1 años –por encima de España–; en cambio, se sitúan por debajo Francia (36,6) e Italia (35,4). Los hombres están activos en el conjunto de Europa durante 37,9 años, 0,7 años más que en España.
“El efecto de la crisis, que ha supuesto un alargamiento de la escolarización, por un lado, y un adelanto de la edad de jubilación, por otro, ha afectado directamente a la población masculina”, explica Josep Oliver Alonso. En la misma línea, Anna Laborda apunta que “la falta de expectativas para encontrar empleo entre la población más joven, por el elevado paro juvenil, ha hecho que durante la crisis se prolonguen los estudios y se retrase la entrada en el mundo del trabajo”.
(Noticia extraída de La Vanguardia)